Maestros de las sombras

Un día, Sadam Huseín era sinfonía en Occidente, y al siguiente, canción prohibida. La opinión pública tiene un director de orquesta muy persuasivo.

En la obra de la II Guerra Mundial, los británicos emplearon como actor un señuelo humano... Y los alemanes, cual espectadores, cayeron como presas.

Benito Mussolini patentó su fórmula de régimen totalitario: uniforme, símbolos, eslóganes y una buena dosis de violencia. Mezclar bien, ¡y a gobernar!

Las armas destruyen, pero las palabras lo hacen aún más. En el Pacífico, EE. UU. y Japón libraron otra batalla... una de ondas de radio y propaganda.

¡A cantar, camaradas! Con el Coro del Ejército Rojo, los soviéticos demostraron que la música es capaz de convertir al civil más abatido en patriota.

El Imperio británico ganó la I Guerra Mundial con puro ingenio estratégico. Ah, sí, y con la ayuda de unos buenos truquitos de magia propagandística.

En Sudáfrica podías actuar como elenco principal... si eras una persona blanca, claro. Pero Nelson Mandela llegó para cambiar el guion de la película.

Las crudas imágenes de la guerra de Vietnam despertaron a las masas de su embrujo. La televisión cuenta no solo el cuento, sino también la realidad.

Adolf Hitler, aquel pintor rechazado, convirtió rápidamente casi toda Europa en su propio lienzo, pero con armas como pinceles y sangre como pintura.

Táctica, tecnología, apoyo mediático... La Guerra Fría era un tablero de ajedrez. La carrera espacial, una partida. Y ganó quien hizo la mejor jugada.